sábado, 6 de abril de 2013

La historia avanza a fuerza de vivirla.



Estamos en 2013 y en estos días en el parlamento uruguayo se está votando una ley sobre el "matrimonio igualitario". El año pasado esa misma ley fue aprobada en Argentina. Parecería que la sociedad está llegando a comprender que no puede avanzar sin el reconocimiento de la diversidad. Hemos atravesado la historia haciendo del "otro" siempre el ajeno, el extraño, el enemigo, del que al menos hay que desconfiar. Construyendo una idea de "normalidad" en relación a lo que está bien, como un bunquer protector. El miedo a lo distinto ha sido generador de tantas persecuciones, degradando así la especie humana a un lugar inferior al del animal. Con dificultad, lentamente, porque el cambio radical no es lo nuestro precisamente, hemos ido integrando la idea de que no hay humanos inferiores que justifiquen la esclavitud; que una etnia no es mejor que la otra, lo que podía justificar la xenofobia y que el amor es uno, aunque se manifieste de maneras diversas. "Un mismo amor, los mismos derechos" dice el discurso que busca respaldar esta ley. 
La discusión al respecto fue larga, lo sigue siendo, ya que los sectores reaccionarios no admiten que los homosexuales tengan esos mismos derechos. Han manifestado incluso, en un acto supremo de liberalidad: "que se unan", "que vivan juntos" pero que "jamás, jamás a esa unión se la llame matrimonio", porque desde su perspectiva eso pondría en jaque la idea de "familia y tradición". 
Si se me permite una opinión, violentando la objetividad informativa (hace rato que lo hago), la idea de acabar con ese esquema de "tradición y familia" no me resulta para nada despreciable. Si miramos a un costado, la familia tal y como se concebía tradicionalmente ya no existe, ahora existen un sinnúmero de formas familiares posibles. De todos modos seguimos aferrados a la imagen "tradición y familia" como si se tratara de una estructura exitosa. Es que la ceguera (hybris le llamarían los griegos) es un pecado muy humano que además calza muy bien con su testarudo orgullo.
De todos modos, como verán, la transformación social parece instalarse más allá de los conservadurismos a ultranza.  El tiempo transcurre, y algo con él va generando, en las futuras generaciones, las necesidades del cambio. 
Hace unos años a penas, era impensable que dos personas de un mismo sexo manifestaran abiertamente su forma de vida sin que eso no le trajese consecuencias negativas. Hoy lo estamos hablando en los programas televisivos (se trató el tema en Esta boca es mía y en Hablemos), hoy se está discutiendo en el parlamento y eso se traslada a otros espacios, como por ejemplo los espacios educativos, porque los jóvenes tienen necesidad de dar su opinión. Hoy salimos por las calles a manifestarnos todos, heterosexuales, homosexuales, bisexuales, transexuales, reclamando el derecho a la diversidad .
Si, estamos ante un momento histórico. Esta semana se define si somos todos iguales ante la ley o no. 
En cuanto a los que suponen que este es un acto promovido por las fuerzas diabólicas, no deben preocuparse, tranquilos, ya lo manifestó un activista gay argentino: "los homosexuales no vamos a salir a pedir matrimonio a los heterosexuales, no teman". No teman, no es contagioso, ni siquiera de transmisión cultural, recuerden que los homosexuales provienen (muchos) de clásicas familias tradicionales y heterosexuales y por favor, vivan en su realidad ridículamente pensada como "normal" y permitan vivir a las otras realidades. Piensen que otros como ustedes habilitaron las transformaciones y no salió tan mal,  observen cómo hemos superado la esclavitud, o la inmovilidad social por vías culturales o de enlace, las mujeres hemos tomado posesión de nuestro derecho de ser seres humanos, votamos, trabajamos, y hasta nos divorciamos. De no ser por la evolución social de la historia, aún viviríamos en la Edad Media, por lo tanto, les hablo a uds. protectores de la "tradición, familia y propiedad", escuchen como late en cada rincón del planeta las nuevas transformaciones y atrévanse, generosamente a experimentar, verán que los cambios sociales suelen ser necesarios y positivos para la especie. 
Estamos ante un nuevo sueño, el de una vida para todos, con iguales derechos. En un par de siglos tan solo será historia.



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