viernes, 21 de octubre de 2011

Relato de una vida sin talento



Hoy me van a disculpar, pero en este continuo monologuear en solitario que implica un blog, he tomado la decisión de exorcizar un tema personal. Se trata del talento artístico. Qué tema el talento, no??? es un privilegio  poseer ese don, sin duda. ¿pot qué tratar este tema?. Bueno, les cuento que a muy temprana edad yo decidí que mi destino era el de ser una artista, la idea me fascinaba, me embriagaba incluso. Cuando era muy joven estaba convencida que de que iba a triunfar como una cantante magnífica, pero no contaba con un pequeño detalle: la ausencia absoluta de oído, lo que me hace desafinar de manera significativa. Asumida esa realidad, no renuncié a mi sueño, resolví que iba a ser actriz. Para lo cual me preparé, desde muy joven comencé a tomar cursos, talleres, mi objetivo era tan claro, que me estimulaba a terminar el liceo rápidamente. Quería entrar a la EMAD (Escuela Municipal de Arte Dramático). El examen de ingreso era complejo, constaba de un monólogo dramático y uno cómico, más una improvisación, más una entrevista sobre cultura general, más una prueba física. El día en que vi mi nombre en la lista de los que habíamos sido aceptados, lo recuerdo como el más feliz de mi adolescencia. Entendí que mi camino estaba trazado definitivamente. !Qué ingenua era!!!
Realicé mis estudios, y comencé a trabajar en teatro independiente. Todo iba muy bien, sin embargo las puertas correctas que me llevaran en la dirección planificada, parecían sólidamente cerradas. Al principio tengo que reconocer que pensaba que mi estilo no resultaba simpático para el medio. Claro, siempre es más fácil echar la culpa a los demás. Cuando me definí por el camino del entrenamiento, pedí el ingreso a la Universidad de Sao Paulo, Brasil (ECA) para continuar mi formación, y también fui aceptada (evidentemente mi trabajo intelectual sobre el teatro daba mejores resultados que el práctico). 
Cuando volví al Uruguay, intenté por varios métodos insertarme en el medio teatral, pero si antes las puertas estaban cerradas, ahora habían desaparecido. Es como si hubiera perdido mi camino de regreso a casa.
Las fuerzas con las que golpeaba esas puertas se iban desgastando, no mi vocación. Recuerdo una vez que me dijeron, se va a reabrir el Teatro Victoria, para lo cual están reclutando gente, para trabajar en la limpieza y arreglos y al mismo tiempo para entrenar. Allá me fui, rápidamente. Entrenaba, con quien tenía a cargo la reapertura de la sala (un actor y director importante) y además hacíamos trabajos de fajina, claro, tenía toda la ilusión de que esa fuera nuestra próxima casa. Nuevas ingenuidades. Cuando la sala quedó limpia e instalada, yo (y seguro que alguno más) salimos por la puerta de atrás. 
^Por ese tiempo se hizo el primer concurso para ingresar a la Comedia Nacional (desde mi egreso de la EMAD), sin ingenuidades, ni fantasías, me presenté. 
Fue por ese entonces cuando empecé a comprender que el problema era el talento... o más bien, la falta de talento actoral. Si, si, claro, me dirán que fui extremadamente lenta en comprenderlo. No... fui absurdamente lenta, pensando en que me tomó aaaaaaaañosss, hice toda una carrera, me fui del país para seguir estudiando, lo seguí intentando, y ante tanto NO del país Teatro, yo seguía impertérrita. Joder. Estaba absolutamente ciega. Si, amigos, el talento es un tema bien complicado. Sobre todo cuando has pasado una vida entera intentando ser artista, convencida de que esa era tu verdad, y luego de años, luego de hacer otra carrera (en la que parece que tengo algo de talento, AL FIN), uno descubre la ausencia del talento artístico. Y uno descubre que la pasión no lo es todo, que la vocación puede llegar a ser cruelmente traicionera, que el don es un privilegio que solo unos pocos conocen. 
Es así que hoy me paro ante mi misma descubriendo que he intentado ser algo para lo que no tengo capacidad, que mis continuas caídas no son mala suerte, ni un problema de otros, es tan simple y común como que soy una más, carezco de talento para el arte. No puedo cantar porque desafino, no puedo actuar, porque no tengo "o brilho", esa magia especial. Ok, a veces llegar a ciertas conclusiones ya de adulta, uno podría pensar: "pobre desgraciada, se dio cuenta muy tarde", pero la verdad es que aún estoy viva, y asumir con todas mis capacidades intelectuales en su lugar, esta verdad personal, en este momento, me parece que está bien. Es mi tiempo, el tiempo que pude y supe utilizar para llegar a esta conclusión. A partir de ahora, a dedicar mis esfuerzos a mejorar mi profesión de docente (para la que no tengo la misma vocación y sin embargo, la que me da las cotidianas satisfacciones). De eso se trata no? Descubrirse en la vida. ;Mas vale tarde que nunca. La vida es siempre un sueño, pero al decir de Calderón, "los sueños, sueños son"... A defenderlos siempre que sean posibles, esto es, realizables.