martes, 1 de noviembre de 2011

Memoria de un país dividido

Uruguay ha pasado por muchos momentos históricos, desde la época de la colonia hasta nuestros días. Momentos de configuración de la identidad, momentos de construcción de una nacionalidad, de un país moderno; momentos de quiebres institucionales, como la dictadura, en donde la ideología era un delito. Hemos pasado por la historia intentando construirnos con dignidad y hemos fallado. El día en que los uruguayos votaron (no puedo incluirme ya que en esto estoy en otra vereda, levanto mi bandera, primero verde y luego rosada) para instalar esa vergonzosa ley conocida como "la ley de caducidad" (de por sí, anticonstitucional), nos separamos en dos países claramente diferenciados: de un lado estaban los que consideraban un acto de venganza la pretensión de justicia; por otro lado nos encontrábamos aquellos que considerábamos y aún consideramos la memoria como una herramienta de construcción de los pueblos, esencial, y en base a eso, defendimos la idea de VERDAD Y JUSTICIA, como una unidad indisoluble.
Pasaron veinte años desde aquel gris lunes en que muchos de los uruguayos despertamos avergonzados y de luto, porque había ganado la impunidad. 
Hoy, recorriendo el 2011, y con el segundo gobierno del Frente Amplio, continuamos siendo un país en el que se protege a delincuentes, que tienen una ley para respaldar sus delitos.
Hoy este país, frente a otros que han juzgado los delitos cometidos durante la dictadura, continúa dividido. 
La consigna de los que no admiten la anulación de la ley caduca (como se ha dado en llamar a la ley de caducidad) es; primero,  que hay que respaldar la voluntad del pueblo que por segunda vez votaba para mantener al país bajo el gobierno de una ley vergonzosa. Consigna por demás injustificada, ya que ante los crímenes, no hay mayoría que pueda mantener la defensa de la supuesta razón. La voz del pueblo no puede ser admitida como válida para pasar por encima a los derechos constitucionales de los familiares de detenidos desaparecidos (víctimas directas del crimen) de investigar lo que ha sucedido con sus familiares, y de reclamar justicia. Acaso, pregunto, ¿si me matan a un familiar, y el pueblo decide que no merezco saber la verdad, ese crimen debe permanecer impune y en silencio???. En segundo lugar, los defensores de tal siniestra ley alegan que si hubo criminales de un bando, también los hubo del otro y por lo tanto todos deberían pagar. No ha lugar a semejante reclamo señores. Porque los crímenes de la dictadura sucedieron en dictadura, cuando ya los movimientos del MLN y de los comunistas habían sido derrocados; no ha lugar, sobre todo porque la mayoría de los hombres y mujeres que intervinieron en esa lucha armada fueron castigados fuera del régimen de derecho. Fueron castigados sin ningún tipo de juicio, encerrados, torturados, abusados, alienados y desaparecidos. Se les negó su condición de ser humano, se los anuló, atacando en forma aberrante su existencia y la de aquellos que los rodeaban (incluyendo niños), porque alguna vez cometieron el crimen de pensar un país de todos, buscando, tal vez, caminos alternos.... Si ese castigo no les es suficiente a los defensores de la ley de impunidad, entonces estoy seriamente preocupada, porque comienzo a creer que no solo los monstruos asesinos y criminales de la dictadura andan sueltos, si no también otro tipo de monstruosidad aún mas grave por oculta y silente. 
Si, estamos sin duda en un país dividido en dos, y también sin duda alguna nos mantendremos así: seremos el país de la impunidad, frente al país de la memoria, hasta que tengamos el valor de mirarnos de frente, de reclamar por los derechos de todos, de exigir que seamos todos iguales ante la  ley. 
En estos días tuvimos que llegar a la instancia del parlamento para evitar que prescribieran los delitos cometidos en dictadura, ya que de lo contrario esta división no tendría marcha atrás, no habría esperanza de volver a ser alguna vez un país entero. Se logró evitar la prescripción. Al menos. 
Desde entonces, la lucha es una: la MEMORIA. No hay, no puede haber un país justo y completo sin verdad. Este año una de las mitades hemos tomado una sola consigna, a la que me sumo hoy:
TODOS SOMOS FAMILIARES.